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Creencias para ser un abogado eficaz: la esencia del juicio es la incertidumbre

La incertidumbre es una cualidad inherente a los juicios. Si pudiéramos erradicarla el acto del juicio no tendría ningún sentido, puesto que conoceríamos de antemano su resultado. De alguna manera sería como empezar un partido de fútbol sabiendo cuántos goles marcaremos nosotros y el equipo contrario, lo que haría per­der el sentido al partido.

Cómo citar: Estalella, J. (2010). El abogado eficaz. Madrid: Editorial La Ley, pp. 64-68.


Tercera creencia

La esencia del juicio es la incertidumbre

Una fuente importante de inseguridad es el temor a aquello que no conocemos. Cuando debemos afrontar un caso o un proyec­to sobre el que no tenemos experiencia siempre nos invade una sen­sación de intranquilidad. Sólo a medida que vamos avanzando en el estudio del caso y vamos conociendo algo más nuestra seguridad aumenta. La inseguridad a lo desconocido es una reacción normal de todo ser humano, y necesaria para la supervivencia. Actúa como una alarma que nos advierte que hemos salido de la zona de control (comodidad) y que debemos estar alertas ante los nuevos peligros, activando una serie de mecanismos cerebrales y fisiológicos que ayu­daran a adaptarnos a las nuevas circunstancias.

Para un abogado procesalista los juicios son la máxima expre­sión e inseguridad, ya que no conoce nunca lo que puede ocurrir durante su celebración. Pero contrariamente a lo que se cree, en esa incertidumbre radica su grandeza. Dicho así puede sorprenderle, pero permítame que desarrolle esta idea para usted.

Seguramente, cuando usted celebra un juicio deposita sobre él una serie de expectativas. Valora la fuerza de sus argumentos, lo atinado de sus preguntas y la exposición de su informe final, y a la vez hace lo mismo con los argumentos e intervención del abogado contrario. Al depositar sus expectativas, espera que las cosas salgan de una determinada manera, es decir, se concentra en que éstas resul­ten como usted ha planeado o previsto. Sin embargo, al actuar así olvidamos centrar nuestra atención en un aspecto esencial de los jui­cios: su imprevisibilidad. Si algo caracteriza a los juicios es que jamás podremos prever todo lo que ocurra; las intervenciones del juez, del abogado contrario e incluso nuestras reacciones siempre estarán sometidas a un margen amplio de incertidumbre.

La incertidumbre es una cualidad inherente a los juicios. Si pudiéramos erradicarla el acto del juicio no tendría ningún sentido, puesto que conoceríamos de antemano su resultado. De alguna manera sería como empezar un partido de fútbol sabiendo cuántos goles marcaremos nosotros y el equipo contrario, lo que haría per­der el sentido al partido. La ausencia de certidumbre es un rasgo definitorio de la vida, es algo consustancial a todos los actos que rea­lizamos durante el día. En los entrenamientos personales que hago a los abogados (Successful Lawyer Coaching) para mejorar sus habi­lidades de liderazgo en los juicios y en su organización les formulo una pregunta que ahora le hago a usted: ¿Qué día de la semana pre­fiere, el viernes o el lunes? Si piensa como la mayoría de ellos, su res­puesta será el «viernes». Inmediatamente me intereso por saber el motivo de por qué prefieren el viernes y la respuesta suele ser uná­nime: «Porque el viernes anuncia el fin de semana en el que tengo previsto hacer lo que quiera» (refiriéndose ese «hacer lo que quiera» a actividades como descansar, pasar tiempo con la familia, practicar deporte, etc.). Después de recibir esta respuesta, la siguiente pregun­ta que les hago es: ¿Estás completamente seguro de que el fin de sema­na ocurrirá tal y como lo has planeado? Otra manera de hacer esta pregunta, que también se la propongo a usted, es: ¿Tiene la seguri­dad de que sus objetivos se cumplirán durante el fin de semana?, usted, que ahora mismo se encuentra leyendo estas líneas, estará de acuerdo conmigo en que no podemos asegurar al cien por cien que el fin de semana transcurra según lo planeado, sino que tenemos expectativas de que se cumplan esos planes, o sea, que esperamos que las cosas en la forma que deseamos que pasen. Resulta, por tanto, que nuestra respuesta de preferir los viernes en lugar de los lunes está basada en expectativas y no en hechos ciertos. ¿Y qué son las expectativas? la capacidad que tenemos de proyectar en nuestro cerebro cómo queremos que sucedan las cosas. Deseamos reunirnos el domingo con la familia entorno a una barbacoa y nos imaginamos cómo serán los detalles de este acontecimiento, aunque no estemos seguros de que ocurra como imaginamos.

Trasladado a los juicios, las expectativas son las proyecciones que efectúa nuestro cerebro respecto al funcionamiento y resultado de los juicios. Veremos en el capítulo siguiente que estas proyecciones pueden modificarse a voluntad para conseguir mayor seguridad en el momento del juicio, pero mientras tanto hemos de incorporar a nuestro sistema de creencias o normas de conducta una que nos ayudará enormemente desde el principio: La esencia del juicio es la incertidumbre. Si incluimos esta idea en nuestro fuero interno y nos guia­mos por ella antes de afrontar cualquier juicio, conseguiremos que uno de nuestros peores temores, el miedo a lo desconocido, se debi­lite y nos sentiremos menos amordazados en nuestras intervencio­nes en la sala. En realidad, al actuar así estamos incluyendo como expectativa la posibilidad de que las cosas no ocurran como las planeamos, lo que nos libera de una gran tensión y abrazamos la incertidumbre como una posibilidad más entre otras.

Adoptando esta nueva creencia de que la incertidumbre es que otorga sentido a los juicios, estaremos en disposición de reaccionar frente a situaciones imprevistas, como la que le sucedió a una mis socias del bufete durante la celebración de la vista de un procedimiento ordinario civil en los juzgados de Barcelona. Se habían practicado las pruebas y tocaba exponer los informes finales. Mi socia empezó su alegato y a los pocos segundos se dio cuenta de que el juez sonreía. principio no le concedió ninguna importancia y pensó que se trataba de un gesto aislado, una de aquellas muecas que espontáneamente esbozamos con la boca por algo gracioso que hemos oído o pensado. Pero a medida que avanzaba en su exposición la sonrisa no desaparecía, sino que se transformaba haciéndose por momentos más amplia en lo que parecía una carcajada disimulada. Sin pensarlo dos veces y con la impresión de que el juez se mofaba de ella, mi socia le espetó: «Señoría, ¿puedo saber de qué se está riendo?». ¡Bueno! ¡Ya la ha liado!, podríamos pensar. Ahora el juez se enojará y no le perdona­rá la grosería. Pues, sorpréndase el lector. La respuesta del juez fue: «Lo siento señora letrada. Prosiga con su informe».

Nunca averiguaremos por qué se reía el juez. Lo que sí sabemos es que por un instante fue consciente de que su actitud era inadecuada y la modifico gracias a la advertencia que en forma de pregunta le había lanzado mi socia. Podría haber seguido con su informe con la espe­ranza de que juez dejara de reírse o debatirse en su interior si era ade­cuado o no decirle algo. El problema es que mientras guardamos silencio o nos debatimos sobre la conveniencia de advertir al juez los nervios aumentan, la concentración sobre el informe final disminuye y lo más importante, no rompemos la conducta viciada con el conse­cuente fortalecimiento de la creencia limitativa y la más que segura repetición de esa conducta en el próximo juicio. Explicado en otras palabras: si no modificamos nuestro comportamiento, que por lo general proviene del temor a la reacción del juez (es decir, de la incer­tidumbre de la respuesta del juez), con una acción contundente, en el siguiente juicio que celebremos volveremos a experimentar los mis­mos nervios e inseguridades provocados por idénticos estímulos.

En casos parecidos a estos, el mejor recurso para vencer los miedos y modificar la conducta rápidamente consiste en realizar una acción que se enfrente directamente con el temor que nos resta efectividad. Si teme que el juez le interrumpa, busque a la menor oportunidad la interrupción, creando una situación, creando una situación en la que el juez se vea obligado a interrumpirle o llamarle la atención, por ejemplo, realizando alguna afirmación o protesta al inicio del juicio o realizando preguntas improcedentes en el interrogatorio. Los importante es que sea usted quien provoque de forma premeditada la interrupción y responda al juez cuando éste le amoneste. No se trata sólo de emprender una acción por nuestra parte, sino también de construir la escena, creando una situación en la que dónde la llevaremos a cabo. No pierda de vista que la incertidumbre constituye la naturaleza de los juicios, por lo que es imposible eliminarla. El objetivo que perseguimos es moldear la incertidumbre a nuestro favor, convirtiéndola en nuestra aliada. Y cuanto antes miremos a nuestros temores a la cara emprendiendo acciones directas contra ellos, tanto antes los dominaremos.

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